Ocean, don’t be afraid.
The end of the road is so far ahead
it is already behind us.
Don’t worry. Your father is only your father
until one of you forgets. Like how the spine
won’t remember its wings
no matter how many times our knees
kiss the pavement. Ocean,
are you listening? The most beautiful part
of your body is wherever
your mother’s shadow falls.
Here’s the house with childhood
whittled down to a single red tripwire.
Don’t worry. Just call it horizon
& you’ll never reach it.
Here’s today. Jump. I promise it’s not
a lifeboat. Here’s the man
whose arms are wide enough to gather
your leaving. & here the moment,
just after the lights go out, when you can still see
the faint torch between his legs.
How you use it again & again
to find your own hands.
You asked for a second chance
& are given a mouth to empty into.
Don’t be afraid, the gunfire
is only the sound of people
trying to live a little longer. Ocean. Ocean,
get up. The most beautiful part of your body
is where it’s headed. & remember,
loneliness is still time spent
with the world. Here’s
the room with everyone in it.
Your dead friends passing
through you like wind
through a wind chime. Here’s a desk
with the gimp leg & a brick
to make it last. Yes, here’s a room
so warm & blood-close,
I swear, you will wake—
& mistake these walls
for skin.
By Ocean Vuong
Published in the print edition of the May 4, 2015, issue of the New Yorker.

Ocean, no tengas miedo.
El final del camino está tan adelante
que ya nos ha quedado atrás.
No te preocupes. Tu padre es solo tu padre
hasta que uno de ustedes olvide.
Así como la columna vertebral
no recordará sus alas
da igual cuántas veces nuestras rodillas
besen el pavimento. Ocean,
¿escuchas? La parte más hermosa
de tu cuerpo es donde sea
que cae la sombra de tu madre.
Aquí está la casa con la infancia
tallada a un simple cable de trampa rojo.
No te preocupes. Solo llámalo horizonte
y nunca lo alcanzarás.
Aquí está hoy. Salta. Te prometo que no es
un bote salvavidas. Aquí está el hombre
cuyos brazos son lo suficientemente amplios para recoger
tu partida. Y aquí el momento,
justo después de que las luces se apagan, cuando todavía puedes ver
la antorcha tenue entre sus piernas.
Cómo la usas una y otra vez
para encontrar tus propias manos.
Pediste una segunda oportunidad
y te dan una boca dentro de la cual vaciarse.
No tengas miedo, los disparos
son tan solo el sonido de la gente
tratando de vivir un poco más. Ocean. Ocean,
levántate. La parte más hermosa de tu cuerpo
es el punto hacia donde se dirige. Y recuerda,
la soledad es aún tiempo pasado
en compañía del mundo. Aquí
está el cuarto que contiene a todos.
Tus amigos muertos que pasan
a través de ti como el viento
a través de una campanilla de viento. Aquí
está un escritorio con la pierna coja
y un ladrillo para que dure.
Sí, aquí está un cuarto
tan cálido y cercano como la sangre,
te lo juro, te despertarás;
y tomarás estas paredes
por piel. 

Por Ocean Vuong
Versión de Mariana Rodríguez.

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